viernes, 16 de septiembre de 2011

Que los lápices SUBAN

Estoy convencido que el rescate de la Memoria debe significar no sólo rendir homenaje a quienes dejaron su vida por un país mejor, sino también un aliciente para continuar construyendo una Argentina nueva. Sin marginación. Sin censura. Y, por supuesto, con la educación como uno de sus ejes.



En ese sentido, la Noche de los Lápices no puede quedar solamente en un libro, una película o un acto escolar. Debe ser motivo para que se continúen las reivindicaciones y, al mismo tiempo, se actualicen a los tiempos que corren.

Hoy es mucho más fácil que hace 35 años determinar qué pasajero puede recibir un subsidio y quién no, lo que más técnicamente se llama focalizar una transferencia. La tarjeta SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico), tal como lo han comentado sus organizadores, permitiría a futuro proteger a personas de bajos ingresos de eventuales cambios en los boletos como, por ejemplo, en el caso de los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. Excelente idea, por cierto, y muy progresiva; es decir, ayudaría a reducir la distancia entre ricos y pobres.

Me pregunto, ¿Y si también se emplea para, al menos, proteger de los aumentos a los estudiantes universitarios, que hoy, en Buenos Aires, no cuentan con viáticos diferenciales? ¿Y si se emplea para reducir o, incluso, eliminar el pago de estudiantes terciarios, medios y primarios?

Los mártires de La Plata ya han subido a lo más alto de la cultura argentina. Que los lápices, con la tarjeta SUBE, también SUBAN.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

¡Parca lo hizo!

Según los resultados del último censo, el analfabetismo se habría reducido de un 2.6% a un 1.9%. Sin dudas es un hecho a celebrar pero… ¿Es atribuible, al menos enteramente, a las medidas tomadas por la actual gestión?






Nunca he dejado de reconocer el impulso dado a la investigación con el Ministerio de Ciencia y Tecnología que, por cierto, denota cierto progreso desde los tiempos en que los científicos tenían que irse “a lavar los platos”, ni las consecuencias educativas de la Asignación Universal por Hijo, que sin dudas está conduciendo al país a la erradicación de la deserción escolar, ni tampoco dejo de felicitar la sanción de la Ley de Financiamiento Educativo, que se planteó metas concretas que llegó a superar en el mediano plazo. Sin embargo, soy incapaz de hallar grandes méritos de este gobierno en la reducción del analfabetismo.


Desde que Sarmiento organizó el primer censo nacional, en 1869, el analfabetismo no ha dejado nunca de caer. Es simple: a medida que pasó el tiempo, más chicos fueron a la escuela y las personas mayores que no habían tenido, tiempo atrás, esa oportunidad fueron falleciendo, por lo que el analfabetismo, por decirlo así, murió con cada anciano analfabeto que dejó este mundo. Este texto sobre el censo de 2001 lo muestra muy bien. A medida que se observan edades mayores el analfabetismo es más alto; ergo, después de una década, habrá fallecido la mayor parte de esa generación en la que abundaban los analfabetos y será reemplazada por una nueva generación donde los iletrados serán una minoría muy reducida.


¿Hubo acciones concretas y agresivas durante los últimos 20 años en pos de eliminar el analfabetismo de la faz de Argentina? Al margen de la extensión de la educación para adultos y algunos programas de mediana difusión, con importantes méritos dentro del sistema penitenciario las desconozco. Pero sí existieron durante la década de 1980. El gobierno de Raúl Alfonsín, a pesar de encontrarse en la peor coyuntura económica, tuvo la decisión de lanzar el Plan Nacional de Alfabetización, que redujo ostensiblemente el analfabetismo en la población adulta y logró, conjuntamente por supuesto con la renovación demográfica, una caída del analfabetismo desde un 6.1% en 1980 a un 3.7% en 1991*; es decir, más de un 36%.


Quien considere exitosas las medidas educativas del último gobierno sin más que invocar la reducción del analfabetismo está obligado a alabar el régimen de los gobiernos de Menem y De La Rúa. Sí. El analfabetismo cayó, entre 1991 y 2001, un 29.5%, aún más que entre 2001 y 2011*, cuando descendió un 28.69%. ¿Qué? ¿Menem lo hizo? ¿De La Rúa lo hizo? ¿Kirchner lo hizo? ¿O no será que… Parca lo hizo?


* Los censos, según convenciones internacionales, deben efectuarse en los años terminados en 0. En Argentina, por problemas financieros el censo de 1990 se pasó a 1991 y, el de 2000, a 2001. Afortunadamente ya se volvió a la regularidad y el censo de 2010 se efectuó en el año que correspondía. Esto trajo problemas de comparación en este ensayo, que se sortearon con extrapolaciones e interpolaciones siguiendo progresiones geométricas. Cualquier duda no dejen de contactarme al respecto.