martes, 28 de octubre de 2008

Carta a la Juventud Filipina

La siguiente epístola fue publicada en la edición de octubre del corriente de la trimestral Revista Filipina, dirigida por Edmundo Farolán, miembro de la Academia Filipina de la Lengua (dependiente de la Real Academia Española), siéndome un honor participar en esta publicación.

Carta a la Juventud Filipina

Mis estimados hermanos filipinos, en especial los jóvenes:

El Océano Atlántico, en lugar de separar al Viejo y al Nuevo Mundo, los une. Más allá de innúmeros errores y excesos pretéritos, el vínculo entre ambas comunidades es inquebrantable. Las noticias, que parecen no conocer fronteras, viajan de un pueblo al otro con la misma velocidad que los textos se envían a través de las últimas tecnologías digitales. Las personas, sean académicas o legas; migrantes o simples turistas; parecen ir y venir con la misma velocidad que los aviones terminan de despegar de un país y logran aterrizar en otro. Bienes de toda clase, incluso vinculados con la cultura, cruzan las aguas con la misma velocidad que los últimos transatlánticos unen los puertos más distantes.

El Océano Pacífico, en cambio, parece no conocer de estos adelantos. Valga como ejemplo la frialdad de las relaciones entre Filipinas y los demás miembros de la antigua Capitanía General homónima e Hispanoamérica. Son pocas las veces que llegan novedades, y casi siempre relacionadas con fenómenos meteorológicos. En cuanto a personas, nunca he visto a un filipino. Si llegan productos, son de multinacionales.

¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Acaso no hay elementos comunes? Las danzas y la literatura lo desmienten. ¿Fue intrascendente la herencia hispánica en Filipinas? Los símbolos nacionales de la Primera República, la acción de la Iglesia Católica y los numerosos hispanismos en los idiomas vernáculos lo refutan.

No es mi objeto analizar las razones del retroceso del español en Filipinas; la extensión de la materia y su complejidad lo vuelven difícil para la brevedad de esta epístola y los limitados conocimientos de que dispongo. En calidad de autocrítica, me inclino a sostener que una parte de la culpa debe de haber sido de Hispanoamérica, con su grave omisión. Pero, como ya dije, mi intención es otra. Es invitarles a redescubrir nuestro legado común, desde la lengua hasta la religión y de la música a la gastronomía. Me dirijo en particular a los jóvenes, de quienes dependerá esta decisión crucial. O mantener el statu quo, considerando que nada debe modificarse o, por el contrario, fortalecer los lazos con los hermanos americanos.

Mi mayor saludo desde Argentina a todos ustedes, que hago extensivo a los demás pueblos de la antigua Capitanía General, y el más grande de los respetos por la vía que tomen.

Con profundo afecto,

Patricio Agustín Iglesias

jueves, 23 de octubre de 2008

Radiados e Inradiados

Aristóteles, en una de las primeras taxonomías de la historia, propuso dividir a los animales entre vertebrados e invertebrados. Esta clasificación predominó durante más de dos milenios, al cabo de los cuales los zoólogos comenzaron a notar que los invertebrados no tenían mucho en común entre sí y que hasta algunos de ellos, como los artrópodos (insectos, arácnidos, miriápodos o milpiés, crustáceos y más) o anélidos (lombrices de tierra y otros), eran más próximos a los vertebrados que a invertebrados como los cnidarios (medusas y afines). La antigua división dicotómica fue abandonada.
Pareciera que algunos dirigentes argentinos no tienen en cuenta estos avances en la historia natural. Quieren dividir a las facciones políticas (ya no tiene sentido hablar de partidos orgánicos) entre aquellos que defienden al oficialismo y los que están en su contra, sin percatarse de que muchos opositores, hasta hace unos meses, respaldaban al gobierno o de que sus posturas son incompatibles a la hora de formar un gabinete. Es más, me atrevería a decir que en realidad su "taxonomía política" apenas distinguiría entre radiados e inradiados, siendo sobremanera evidente que una cebra, aunque por fuera sea rayada, tiene más en común con un caballo que con una abeja y, encima, ni siquiera tienen un antepasado en común ajeno al resto, como por lo menos los vertebrados (siendo exquisitos, los cordados) lo tenían a través de (se supone) Pikaia. ¡Cuándo se observará a nuestros hermanos animales!

miércoles, 15 de octubre de 2008

Soluciones reales

La pobreza no tiene soluciones mágicas. No es cuestión sólo de entregar canastas alimenticias. No se reduce simplemente a otorgar planes sociales. No se traduce nada más que en mejorar condiciones habitativas. Todo ello, sin dudas, es necesario en situaciones extremas, pero no es la clave del asunto. Su aplicación prolongada resuelve problemas. Pero no los de los marginados, sino los de los dirigentes de turno que, así, crean un vínculo de dependencia con las comunidades excluídas. Para peor, generan una profunda animadversión de las clases trabajadoras, que pasan a ver como parásitos a los sectores desfallecientes y descargando contra ellos sus odios, en lugar de cuestionar la verdadera raíz de la problemática.
¿Dónde están, entonces, las soluciones reales? Sin dudas, una educación que permita un desarrollo no sólo laboral, fundamental ante las necesidades cotidianas, sino también ciudadano, para evitar las vergonzosas situaciones de control del electorado, y yendo aún a conceptos más amplios, humano, favoreciendo la inmersión en los contenidos. Sin dudas, un trabajo digno para todos los que lo necesiten, privilegiando la capacitación y el esfuerzo por sobre todo tipo de nepotismos.
¿Cómo se logrará? ¿Soñando entelequias sin siquiera compartirlas? Más bien, con una mayor participación política, no sólo a nivel partidario sino también pensando, en cada acto, en el bienestar de la polis local, nacional y global.