martes, 8 de enero de 2008

2007

Sin dudas, el año 2007 fue muy esperado en Argentina por las elecciones presidenciales. Ya desde unos dos o tres años atrás se lo mencionaba constantemente en los medios de comunicación. Para mí fue un honor y una gran responsabilidad participar de estos comicios. Al haberse ido el último 31 de diciembre podemos llevar adelante un examen crítico de él.En primer lugar, pienso que el resultado de las presidenciales no fue sorpresivo en absoluto. Todas las estadísticas dejaban a Cristina lejos de sus opositores y nadie negaba su ventaja. Mucho menos, el de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires. Tal vez, en Capital Federal y en algunas provincias el resultado fue menos predecible. Y, en el Gran Buenos Aires, la mayoría de los intendentes consiguieron las reelecciones (que llevan varios "re" en muchos casos, como el de Enrique García, que consiguió su re-re-re-re-reelección).Respecto a los partidos políticos, me llaman la atención cómo quedaron en un segundo plano los movimientos históricos, siempre detrás de alguna figura autónoma; la división del ARI y la ausencia de internas entre los candidatos del Frente para la Victoria. Respecto a lo primero, lo veo como la continuación del proceso iniciado en 2001, con el que el sistema bipolar tradicional fue visto con desprecio y las estructuras fueron cediendo poder en favor de personajes carismáticos. Sobre lo segundo, lo veo como un posible ciclo (¿Podríamos definirlo como hegeliano?) de formación de nuevos partidos que se esté instalando de ahora en más: el partido que nació honesto se va degradando, una figura transparente del mismo se retira de él, forma uno nuevo para rescatar la decencia y, a medida que va acercándose al poder, va corrompiéndose, por lo que un nuevo líder lo abandona y repite el período. Acerca de lo último, me resulta muy curioso que, en tantos distritos, los dos (y a veces tres y más) candidatos más destacados hayan sido tan fervorosos en su apoyo al oficialismo como en el desprecio a sus adversarios de militancia kirchnerista. Las boletas más enfrentadas entre sí diferían sólo en la categoría municipal, lo cual me resulta ilógico. El gobierno de un municipio posee menos carga ideológica que el de una provincia o un país; es decir, a lo sumo podrá discutirse una mayor regulación estatal (lo único que podría clasificarse como "izquierda" o "derecha"), pero en definitiva todos quieren mejores salud, educación, espacios públicos, transparencia, etc. mientras que, para conducir un país, se deben tomar posturas en las relaciones internacionales y en cuestiones legales conflictivas (aborto, eutanasia, uniones homosexuales, drogas); por lo que es mucho más fácil que dos partidos puedan coincidir en un programa a nivel municipal que a escala nacional. Claro que muchos dirigentes prefieren ligarse a candidatos que puedan aportarles votos para obtener mayor influencia que buscar el consenso y un país más equilibrado.No puedo dejar de felicitar a los jueces que, durante el transcurso de este año, se atrevieron a continuar con la punición de los crímenes de la década de 1970 ni a los familiares y amigos de las víctimas que no se rinden a pesar de todas las dificultades. Ojalá no se detengan los juicios contra todos aquellos que se atrevieron a privar de derechos tan elementales como la libertad o la vida. ¿Qué democracia es entonces aquella que indulta a los que osan violar sus principios fundamentales?Tal vez sea muy insistente con esta idea mía, pero estoy convencido de que este es un síntoma más del mayor retroceso de la democracia argentina en los últimos años: la pérdida de un sistema partidario sólido y su reemplazo por un mosaico de candidatos que se alían y se dividen según lo exija la coyuntura electoral. Será responsabilidad de todos los argentinos participar en la vida política (para lo cual no es condición excluyente militar dentro de partidos sino interesarse por la "Res publica", la "cosa pública") para alcanzar una democracia sin el menor signo de fraude (no nos olvidemos del caso de Córdoba y del faltante de boletas en las elecciones presidenciales) donde los dirigentes cumplan con sus compromisos con el pueblo, que los eligió dentro del marco de partidos con el objeto de alcanzar el bienestar de cada uno de los habitantes de este país, antes de caer en intereses egoístas.
Patricio Iglesias