jueves, 12 de julio de 2007

Decidir

Este es mi discurso para este 9 de julio. Debo reconocer que antes de escribirlo leí el de Alejandro Ferrante y el mío tiene grandes influencias del suyo. ¡Pronto se viene una crónica con la nevada en Buenos Aires!

Desde el 9 de julio de 1816 hemos sido independientes, con todo lo que la palabra significa. No es sólo que las autoridades sean nativas, o que nos relacionemos sin intermediarios con el resto del mundo, sino que también implica un acto que a veces resulta angustiante: decidir constantemente. Decidir si queremos ser un reino o una república, decidir entre ser unitarios o federales, decidir entre ser autónomos o vincularnos con Gran Bretaña, decidir entre participar en los grandes conflictos armados o permanecer neutrales, decidir entre radicales o peronistas, decidir entre aceptar regímenes autoritarios y masacres o respetar la Constitución. Decidir.
Hoy también tenemos que decidir. Decidir entre construir un país justo, que incluya a todos, donde la democracia signifique más que entrar al cuarto oscuro cada dos años o permitir que sea esclavo de los intereses de una minoría. Y a esta decisión, más que tomarla en las votaciones de Octubre, vamos a hacerla todos los días cuando veamos a una persona de bajos recursos y la asociemos a la delincuencia o meditemos sobre los errores de la gestión estatal, cuando aceptemos copias ilegales porque “total, salvo la cajita no te cambia nada” o prefiramos apoyar a los creadores y a quienes pagan impuestos, cuando nos ahorremos centavos comprando un pantalón fabricado con mano de obra semiesclava o depositemos nuestra confianza en los que pagan sueldos dignos a sus empleados, cuando a la noche encendamos el televisor sólo para divertirnos o también para aprender e informarnos, cuando tomemos las normas viales como una broma o como una seguridad para nosotros y los demás, cuando decidamos entre divertirnos todo el día o entretenernos sin dejar de cumplir nuestras obligaciones. Decidir. Siempre decidir. Si ser independientes es el mayor bien que podemos tener, es también la mayor responsabilidad.

Patricio Iglesias

jueves, 5 de julio de 2007

Hacia el Bicentenario

Este es el discurso que pronuncié en el Colegio para el 25 de mayo de este año:

Hacia el Bicentenario

Dentro de tres años habrá grandes festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo, aunque los tucumanos insisten con que la conmemoración debería ser por la Independencia, seis años después. No podemos olvidar las celebraciones por el Centenario, en 1910. Por ese entonces Argentina era vista, tanto por dentro como en el exterior, como un país con un gran futuro. Abandonando su condición de lejana tierra del Imperio Español y más de 60 años de conflictos internos se alió a la principal potencia del momento, Gran Bretaña. Le entregó el control de casi toda la economía y paralizó todo intento de industrialización. A cambio, consiguió exportarle sus carnes y cereales. Los grandes beneficiarios, los estancieros, fueron conformando un pequeño grupo que alternaba sus días entre los cafés porteños y los teatros de París. Se divertía tirando manteca al techo o vasijas de oro y plata al mar. Este sector mantenía el poder con el fraude y reprimía los movimientos obreros. De todos modos, los argentinos vivían horas de relativa prosperidad y millones de europeos eran atraídos por las oportunidades del País del Sur.
Hoy vemos cambios y situaciones que se repiten. Los viejos apellidos brillan por su ausencia, pero aparecieron otros no menos ambiciosos. Hay un sistema democrático, sin duda no el mejor, pero preferible al fraude. Las grandes expectativas fueron frustradas y hace unos años los nietos de aquellos inmigrantes se embarcaron hacia la tierra de sus abuelos. Tal vez por falta de memoria, o de intención de recordar, los europeos los trataron como si el puerto de Buenos Aires nunca hubiese recibido a millones de hombres hambrientos. Respecto a la represión, nada ha evolucionado. Los docentes son asesinados sólo por reclamar un salario miserable.
Con tantas dificultades, ¿Por qué festejar? ¡Porque a pesar de todo seguimos siendo argentinos!